La vida del campo ha sido motivo literario. En poesía, hay muchas muestras. Por ejemplo, en la
Oda a la Vida Retirada de Fray Luis de León:
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
En Aceituneros de Jaén, de Miguel Hernández, el autor habla del medio rural y las duras condiciones de trabajo en la Andalucía de principios del siglo XX.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
De Campos de Castilla, colección de poemas escritos por Antonio Machado, proponemos este fragmento.
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Puedes consultar, por último, este poema de Jorge Luis Otero, La Espiga de Trigo, del que extraemos un breve fragmento.
Y la montaña ha reverdecido
Los campesinos están sembrando,
Para que la tierra este anhelando
Todo lo que el cielo ha prometido.
Veo en el valle una espiga de trigo
Disfrutando del sol que amanece,
Recibiendo el alimento que duerme
Sobre el valle de los delirios…
Cualquier poema que consideres digno de mención que encuentres compártelo con nosotros.